Apolo y Dafne






 Apolo_Dafne



SONETO XIII



 A Daphe ya los braços le crecían


y en luengos ramos bueltos se mostravan;


en verdes hojas vi que se tomavan


los cabellos qu'el oro escurecían;


 


de áspera corteza se cubrían


los tiernos miembros que aún bullendo 'stavan;


los blancos pies en tierra se hincavan


y en torcidas rayzes se bolvían.


 


Aquel que fue la causa de tal daño,


a fuerça de llorar, crecer hazía


este árbol, que con lágrimas regava.


 


! O miserable 'stado, O mal tamaño,


que con llorarla crezca cada día


la causa y la razón por que llorava!


 Garcilaso de la Vega (Toledo, 1501 ó 1503)



 EGLOGA  III


 Las telas eran hechas y tejidas


del oro que el felice Tajo envía (...)


La delicada estambre era distinta


de las colores que antes le habían dado


con la fineza de la varia tinta


que se halla en las conchas del pescado (...)


Dinámine no menos artificio


mostraba en la labor que había tejido,


pintando a Apolo en el robusto oficio


de la silvestre caza embebecido.


Mudar luego le hace el ejercicio


la vengativa mano de Cupido,


que hizo a Apolo consumirse en lloro


después que le enclavó con punta de oro.


 


Dafne, con el cabello suelto al viento,


sin perdonar al blanco pie, corría


por áspero camino tan sin tiento,


que Apolo en la pintura parecía


que, porque ella templase el movimiento,


con menos ligereza la seguía.


Él va siguiendo, y ella huye como


quien siente al pecho el odioso plomo.


 


Mas a la fin los brazos le crecían,


y en sendos ramos vueltos se mostraban,


y los cabellos que vencer solían


al oro fino, en hojas se tornaban;


en torcidas raíces se estendían


los blancos pies, y en tierra se hincaban.


Llora el amante, y busca el ser primero,


besando y abrazando aquel madero.


Garcilaso de la Vega (1536)




Versos  105-106/  113-114-115-116/    145-169