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UN DRAMATURGO ATRAVIESA EL SIGLO: ANTONIO BUERO VALLEJO; LA CRÍTICA SOCIAL; LA
ÉTICA Y EL COMPROMISO CON EL SER HUMANO; LA TÉCNICA DRAMÁTICA; EL SIMBOLISMO;
LOS PERSONAJES; LA EVOLUCIÓN (desde Historia de una escalera hasta Misión
al pueblo desierto).
Antonio
Buero Vallejo nació en Guadalajara en 1916, y su primera vocación fue la
pintura. Cursó estudios de Bellas Artes
en Madrid. Tras una crisis religiosa, crecen sus inquietudes políticas. En 1936
se alista en el ejército republicano.
Al término de la guerra es condenado a
muerte, pero se le conmuta la pena por treinta años de cárcel. En una de
las prisiones coincide con Miguel
Hernández. Dos años después de salir de la cárcel, en 1949, “Historia de una
escalera” gana el premio Lope de Vega. En los años 60, la fama de Buero
Vallejo se consolida y se extiende a Europa y América. En 1971 es elegido miembro de la Real Academia. En 1986, el premio
Cervantes.. Muere en Madrid en el año 2000, por lo que su trayectoria
vital, 1916-2000, y su trayectoria dramática, 1949-1999, confirman el concepto
de “un
dramaturgo atraviesa el siglo”.
HISTORIA DE UNA ESCALERA
Las obras de Buero giran en torno a aquellos
que buscan realizarse como personas
y escapar de ese mundo lleno de limitaciones. La búsqueda de la
felicidad, de la verdad, de la libertad, se ve obstaculizada por el mundo
concreto en que el hombre vive. Esta
temática ha sido enfocada en un doble plano: en un plano
existencial de meditación sobre el sentido de la vida, sobre la
condición humana, en la que se entretejen ilusiones, fracasos, soledad; y en un plano social, en cierto sentido, político: denuncia de inquietudes e
injusticias concretas que atañen a las estructuras de la sociedad, a las formas
de explotación, o a los mecanismos de un poder opresivo. Con ambos
planteamientos se entreteje un enfoque
ético, de búsqueda de la verdad, de la defensa de la honradez consigo mismo
y con los otros, del amor a la justicia, elementos constantes en su obra, lo
que dice mucho de Buero, el gran dramaturgo y el gran moralista.
Buero
Vallejo es, ante todo, un trágico. La tragedia supone una mirada consciente
sobre el hombre y el mundo, pero no una visión pesimista. Su función es doble: inquietar y curar. Inquietar,
planteando problemas pero sin imponer soluciones; y curar, en cierto sentido,
ya que señala la necesidad de una superación personal y colectiva. Sus
tragedias proponen lecciones evidentes de humanidad. La tragedia se desencadena por una transgresión moral que un personaje
ha cometido libremente y de la que es responsable. Obras representativas de
estos enfoques son Historia de una
Escalera (crítica social), El
Tragaluz (crítica social, política, enfoque ético), Las cartas boca abajo (critica social) y En la ardiente oscuridad, entre otras.
En cuanto a la técnica teatral, ya en sus primeros años de producción teatral,
Buero Vallejo escribió sus obras empleando una técnica que puede considerarse "cerrada", sin variaciones notables respecto de sus
predecesores. Sin embargo, a partir de 1960, Buero dio un giro a su
técnica dramática, creando así una "construcción abierta" que se caracterizó por incorporar
nuevos elementos como el escenario
múltiple y la construcción más
compleja de la acción, empleando algunos recursos como rupturas en la línea
temporal; así como recursos de participación que persiguen la involucración del espectador en la obra
(recordemos ciertos procedimientos que permiten penetrar en la conciencia o las
obsesiones de los personajes como el
ruido del tren en El tragaluz).
EL TRAGALUZ
EN LA ARDIENTE OSCURIDAD
Posteriormente incorporó otros elementos
también innovadores, llamados "efectos
de inmersión"; que permiten al espectador "oír" o
"ver" tal y como lo hace o percibe un personaje de la obra. Es digno
de mención el tratamiento que recibe el
tiempo en “La detonación”, en el
que aparece distorsionado y condensado.
También en sus inicios, y siguiendo el
modelo del dramaturgo noruego Henrik Ibsen, apostó por el realismo simbólico. Muchos de los personajes de sus primeras obras
padecen alguna deficiencia física o mental (ceguera, mudez, locura) y tienden a
desarrollar una visión fantástica, visionaria o poética de las cosas (En la ardiente oscuridad, La tejedora de sueños, Madrugada). Elementos simbólicos también
los encontramos en “El Tragaluz”.
En la trayectoria de Buero
puede señalarse tres etapas: una primera etapa en que predomina
el enfoque existencial, seguida de
una segunda etapa en que
prevalece el enfoque social, acompañado de una búsqueda de nuevos recursos
escénicos, que luego se incrementarán en la tercera etapa.
La primera
de ellas transcurre desde su primera obra, Historia de una
escalera (1949) hasta 1957, y se caracteriza por un predominante enfoque existencial y una técnica
dramática caracterizada por la estética
realista y espacio y tiempo tradicionales. Durante este periodo, Buero
escribió, además de la obra mencionada, otros títulos como En la ardiente oscuridad, La
tejedora de sueños y Madrugada,
entre otros. En estas obras se combinan planteamientos realistas con elementos
simbólicos; predominando siempre lo existencial. A finales de esta época, Buero comienza a derivar su teatro hacia la crítica social con obras como Hoy es fiesta y Las cartas boca abajo.
HOY ES FIESTA
La segunda época se prolonga hasta 1970. En ella, las obras poseen un claro enfoque social a la par que subrayan la relación entre el individuo y su entorno. También escribió dramas históricos que, utilizando el pretexto histórico para evitar la censura, planteaban problemas de actualidad latentes, como Un soñador para un pueblo, Las meninas o El sueño de la razón. Sin duda la obra más destacada de este periodo es El tragaluz, en la cual Buero plasmó que los actos individuales quedan enmarcados en un tiempo y una sociedad concretos; y que poseerán ciertas consecuencias sociales.
El
tragaluz y La doble historia del doctor Valmy
(censurada) plantearon críticas hacia el
sistema franquista ya sin el ropaje del marco histórico, destacando algunos
aspectos como la vida de los pertenecientes al bando perdedor o la represión
policial y la tortura. Esta época se caracterizó también por la
introducción de nuevos recursos en la técnica dramática, como el escenario
múltiple o los recursos de participación; que otorgaron mayor complejidad y
riqueza al teatro del autor.
En la tercera, Buero se unió a las tendencias de experimentación que proliferaron en los años 70 e incorporó elementos innovadores que permitían
al espectador situarse en la piel de los propios personajes como en Llegada de los dioses (1971). Una obra especialmente destacada
de este periodo es La Fundación (1974), en la cual se entremezclan casi
imperceptiblemente ficción y realidad.
LA FUNDACIÓN
Durante la etapa democrática, Buero nos
ha dado un teatro en el que siguió potenciando el punto de vista subjetivo de
los personajes pero siempre en confrontación con los conflictos de
la nueva sociedad española surgida tras casi cuarenta años de dictadura. En
obras como La detonación (1977), Jueces en la noche (1979),
Lázaro en el laberinto (1986), el dramaturgo muestra su
compromiso con los problemas reales de su época; aquí los conflictos sociales y políticos se hacen más explícitos. En su
último drama, titulado Misión al pueblo desierto, estrenado
en 1999, vuelve de nuevo a plantear
el tema de la guerra civil, a la que
Buero consideraba un rescoldo "más
vivo entre nosotros de lo que pensamos".
MISIÓN AL PUEBLO DESIERTO