3.1. LA EVOLUCIÓN DEL CUENTO HISPANO-AMERICANO,1940

3.1.- LA EVOLUCIÓN DEL CUENTO A PARTIR DE 1940: JULIO CORTÁZAR, JORGE LUIS  BORGES.

     En la evolución de la narrativa hispanoamericana han influido distintos factores: las circunstancias históricas y sociales de Hispanoamérica, que generaron en los intelectuales una conciencia crítica que los llevó a plan­tearse su actitud ante la realidad; la importancia del paisaje y el mundo mítico de las culturas indígenas y afroamericanas, y la influencia de las literaturas europea y norteamericana, especialmente el impulso de las vanguardias y de las innovaciones narrativas del siglo XX.

     Distinguiremos, en la narrativa hispanoamericana, dos grandes orientaciones relacionadas con la visión del mundo: la realis­ta y la innovadora, que llegó a su esplendor con las obras de la nueva narra­tiva.

      El realismo dominó casi por completo la producción de los primeros treinta años del siglo XX. Estaba fundada en la creencia de que es posible representar una realidad percibida como objetiva: el paisaje, el hom­bre y los conflictos sociales y políticos. Pero la nueva narrativa supondría la ruptura con el realismo tradicional implicó un cuestionamiento del mundo percibido como real y del concepto de verosimilitud; la obra de Jorge Luis Borges y la influencia del surrealismo fueron fundamentales en este proceso de cambio.

     En la década de los años cuarenta se publicó una serie de obras que mos­traban el cambio operado, pero su consagración definitiva no llegó hasta los años sesenta. Hablamos de esa perspectiva innovadora en la que se observan distintas tendencias, aunque destacan especialmente el realismo mágico, que incorpora elementos maravillosos, y el realismo fantástico, que introduce en la aparente normalidad lo irracional, lo inexplicable, o que presenta la realidad como una ficción, una ilusión. En los inicios de la nueva narrativa fue determinante la influencia del surrealismo, que puso en cuestión la noción de realidad de la época. La renovación se manifestó fundamentalmente en dos tendencias: el realismo mágico y el realismo fantástico.

      El realismo mágico es una poética que integra lo maravilloso en el universo narrativo sin que pro­duzca extrañeza o se perciba como opuesto o distinto a lo real. Realidad y fantasía se presentarán íntimamente enlazados: unas veces, por la presencia de lo mítico, de lo legendario, de lo mágico; otras, por el tratamiento alegórico o poético de la acción, de los personajes o de los ambientes. Y, en el terreno de la estética, se notará un mayor cuidado constructivo y estilístico. Los autores atenderán a las innovaciones formales aportadas por los grandes novelistas europeos o americanos (Kafka, Joyce, Faulkner)). Y asimilarán elementos irracionales y oníricos procedentes del surrealismo. Destacamos como pioneros, cada uno a su modo, a Borges, Miguel Ángel Asturias, Alejo Carpentier y Juan Rulfo.

       En la década de los años cuarenta surgió el maestro indiscutido de los nuevos narradores: Jorge Luis Borges.
JORGE LUIS BORGES (1899-1986)

     Nació en Buenos Aires (Argen­tina). En 1914 viajó a Ginebra, donde cursó el Bachillerato. En 1919 llegó a España y se relacionó con los autores ultraístas. En 1921 regresó a Buenos Aires y dos años después publicó Fervor de Buenos Aires, su primer libro de poemas. En 1935 comienza su obra narrativa con el libro de relatos “Historia universal de la infamia”, considerada la primera obra del realismo mágico hispanoamericano. Fue nombrado director de la Biblioteca Nacional en 1955. Murió en Ginebra, 1986.

     La obra narrativa de Borges comenzó con la publicación de Ficciones (1944), volumen que reunía dos libros de cuentos: El jardín de senderos que se bifurcan (1941) y Artificios (1944); más tarde, en 1956, añadió tres cuentos posteriores. Su producción continuó con El Aleph (1949), El informe de Brodie (1970) y El libro de arena (1975), además de otros relatos recogidos en dife­rentes publicaciones.

Algunas obras de Borges


     Los cuentos de Borges se caracterizan, salvo excepciones, porque nos ponen en contacto con lo excepcional, con lo insólito. Su verdadero objetivo es proponernos sutiles juegos mentales, invitarnos a complejos ejercicios de imaginación y ponernos ante ciertos problemas metafísicos. Sus temas predilectos, casi obsesivos, son la identidad humana, el destino del hombre, el tiempo, la eternidad y el infinito, el mundo como laberinto, y la muerte.

      El punto de arranque de un cuento de Borges puede ser un párrafo leído en una enciclopedia, en un libro de Historia, o en un tratado cabalístico… (pero, atención, puede tratarse de un libro imaginario). Otras veces arranca de un mito clásico, de una leyenda antigua, de un suceso histórico o literario.

      Borges persiguió un estilo llano y, tal como él mismo lo manifestara, se preocupó por «simplificar el vocabulario» utilizado entonces en la literatura argentina, y «preferir las pala­bras habituales y narrar los hechos como si no los entendiera del todo». De sus cuentos no se atreve a «afirmar que son sencillos, porque lo esencial es el juego, la ironía, el puro placer de fabular, de crear, pero también de inquietar. Su concepción idealista lo llevó a construir mundos de ficción que cuestio­nan la lógica de la realidad. En la reali­dad caben tanto lo racional como lo absurdo; el ser humano actúa res­pondiendo a causas que no suelen depender de su voluntad.

Julio Cortázar (1914-1984)

    Nació en Bruselas y se crió en Argentina. Estudió Magisterio, profesión que ejerció durante un tiempo. Fue profesor en la Universi­dad de Cuyo (Argentina), pero abandonó el cargo al triunfar el pe­ronismo en 1945. Escribió poesía bajo el seudónimo de Julio Denis. En 1951 se instaló definitivamente en París, donde trabajó en organis­mos internacionales. Defensor de las ideas progresistas, apoyó las revo­luciones cubana y nicaragüense y celebró el triunfo de Salvador Allende en Chile.

     Admiró a Miguel Ángel Asturias, a Alejo Carpentier, a Borges, así como a escritores europeos de la talla de Joyce, Kafka, Vieginia Wolf, Camus. Y por ello, su “realismo fantástico” se revela deudor tanto de la liberación imaginativa de Las Vanguardias, y en especial del Surrealismo, como de la tradición americana de la que él forma parte.

      Cortázar inició su producción literaria como cuentista: Bestiario (1951), Final de juego (1956) y Las armas secretas (1959). Entre sus libros de cuentos posteriores podemos citar Historias de cronopios y de famas (1962), Todos los fuegos el fuego (1966), Octaedro (1974) y Alguien que anda por ahí (1977).


     Los relatos de Julio Cortázar muestran una especial concepción de lo fantástico en la que se presenta una realidad compuesta por aspectos que van más allá de lo ru­tinario y aceptado: lo inesperado, lo excepcional, lo irracional, lo intuido.

     Su novela Rayuela (1963) fue una auténtica conmoción por su complejidad estilística y por su singular composición que permite al lector varios modos de seguir la lectura y de “recrear” así, en cierto modo, la novela. Posteriormente pu­blicó 62, modelo para armar (1968), surgida a partir del capítulo 62 de Rayuela, donde el personaje de Morelli traza el boceto de un libro; Libro de Manuel (1973), y el volumen de cuentos Un tal Lucas (1979).

Algunas obras de Borges


Además, escribió textos misceláneos como La vuelta al día en ochenta mundos (1967) y Último round (1969). Junto a su última esposa escribió un diario de viajes, Los autonautas de la comopista. Un viaje atemporal París-Marsella (1982).

En estas narraciones irrumpe a veces lo insólito, que altera y transforma la vida cotidiana. En general hay una búsqueda existencial, un ansia de auten­ticidad, de libertad y de pureza. Sus textos también incluyen reflexiones sobre la creación y el lenguaje poéticos.