LAS PALABRAS DE MI DICTADO TOMAN VIDA (Rubén Companys)

LAS PALABRAS DE MI DICTADO TOMAN VIDA



En Estados Unidos, en una ciudad riquísima, un niño llamado Juan Francisco regresaba del colegio. Llevaba un papel en la mano que era un dictado muy difícil en el que había sacado un diez. Su madre lo colgó en la habitación de su hijo toda orgullosa. Ocurrió algo y un obelisco salió del papel. Tenía dos poderes que eran: aparecer y desaparecer, y crear siete únicos siervos. Los creó y les dio poderes.



El primero se llamaba Santofrojo, apodado con el nombre “salvavidas”. Su poder consistía en revivir a la persona u objeto que quisiese, incluido él mismo.


El segundo se llamaba Mafrojo, apodado con el nombre “rompehuesos”. Su poder consistía en hacer crujidos dentro de las personas y romperles los huesos.


El tercero se llamaba Catifrojo, apodado con el nombre “sin fondo”. Su poder consistía en hacer huecos gigantes en el suelo que no tenían fondo.


El cuarto se llamaba Esfrojo, apodado con el nombre “el mandón”. Su poder consistía en dirigir a los otros siervos.


El quinto se llamaba Manfrojo, apodado con el nombre “doble”. Su poder consistía en transformarse cuando quisiese en un bicéfalo.


El sexto se llamaba Penfrojo, apodado con el nombre “minúsculo”. Su poder consistía en transformarse cuando quisiese en un microbio.


Y el séptimo se llamaba Lafrojo, apodado con el nombre “salamandra”. Su poder consistía en transformarse en un anfibio.



El niño subía las escaleras hacía su habitación. Abrió la puerta y se desmayó. Ya no se levantó, rompehuesos había acabado con la vida de Juan Francisco. A partir de ese momento el obelisco se llamaría rey de la oscuridad. Las muertes siguieron y se adueñaron de la casa: primero, la madre, y luego el padre.



Todos se reunieron en el desván para ver de qué modo podrían evitar más muertes. Había una gran mesa de madera con un mantel viejo, pero bordado cuidadosamente con unas rosas, una chimenea que parecía que llevara un millón de años sin ser utilizada. Apenas se veía nada de nada, suerte de Salamandra que se convirtió en el anfibio que llevaba de mote y la encendió de manera que todo el desván quedara iluminado. Esta vez se observaban también botellas de alcohol, vasos y vajillas viejas y un jarrón que parecía de lujo, pero que estaba roto.



El plan era destruir a los humanos y apoderarse del mundo. Como en todas las bandas había un bueno que era Salamandra. Ella se hacía la tonta esperando su momento, pues si destruía al rey de la oscuridad acabaría con todos, pero también con él. Si no destruía al obelisco, matarían a la humanidad utilizando siempre el poder de revivir.



- Mañana a las nueve y media de la mañana acabaremos con este pueblucho al que llaman ciudad.



Así quedó todo. Esa noche Salamandra no durmió pensando en cómo destruir al rey de la oscuridad. Quemar la casa no podía, porque el obelisco desaparecería. Continuó pensando y llegó a la conclusión de que, si el obelisco puede crear a siete siervos, el también puede. Estuvo investigando en Internet, en el ordenador de Juan Francisco, y descubrió que el podía crear un siervo. No tenía tiempo y, sin estudiar el hechizo, creó a un vizconde. Para su sorpresa podía hipnotizar a una sola persona y estaba claro a quien iba a hipnotizar, al salvavidas.



Lentamente el vizconde se fue acercando a la cama donde dormía plácidamente el salvavidas. El siervo de Salamandra sacó una brújula, despertó al salvavidas y con un suave giro de muñeca lo hipnotizó. Estaba ya preparado para el contraataque.



Por la mañana, todos los siervos estaban en el desván. Salamandra estaba esperando su momento. De repente un siervo se transformó en bicéfalo y atacó a todo el mundo. El rey de la oscuridad se empezó a reír y llamó a los siervos que le interesaban: el bicéfalo, Salamandra y el salvavidas. Con un simple chasquido del obelisco, el bicéfalo se lanzó sobre ellos y los mató, lo cierto era que los pilló desprevenidos. Nadie sabía esto, pero el rey de la oscuridad leía los pensamientos.



- Con el vizconde y la ayuda del salvavidas atacaré al obelisco cuando el bicéfalo desapareciese-, de esta manera salvaré al mundo, pensaba Salamandra.



El obelisco se sorprendió porque no sabía quien era el vizconde. Cuando iba a chasquear los dedos para la muerte de los traidores, Salamandra acabó con el bicéfalo de manera que encontró inútil el esfuerzo de matar al obelisco. Se transformó en humano, cogió un teléfono móvil y llamó a un historiador. Hablaron con él y quedaron en que iría a buscar al obelisco de la prehistoria. Su sorpresa fue que el obelisco no estaba allí. Se supone que está en alguna estatua o algo así, escondido, esperando su momento.



RUBEN COMPANYS LARROYA




(Las palabras en cursiva son palabras sacadas del dictado de clase y elegidas al azar)



























Yo, el puro



Era la boda de Patricio. Se celebraba en Francia, en Perpinyan, para ser exactos. Había unos doscientos invitados. Todos cantaban de alegría y bebían cómo unos borrachos. Hasta entonces todo iba bien, hasta que llegó la pesadilla. Un hombre alto y corpulento cogió los puros y entre ellos estaba yo. Los repartió y mi dueño era un hombre muy viejo. Tenía miedo, podía ser consumido y convertido en cenizas. Entonces empezó lo peor:



Me cogió, me giró y me observó, me olía con mucho gusto. Me puso en su boca. Yo estaba a punto de morir. Cogió un cortapuros de meta doradol, medio oxidado, y se dispuso a cortarme una parte de la cabeza. Cada vez se acercaba más y yo temblaba, temblaba mucho. Fue entonces cuando oí lo peor de todo. Mi cabeza crujió y cayó muy lentamente al suelo.



Otras palabras retumbaron mi cabeza, más bien dicho en mi media cabeza. Era el viejo que pronunció las siguientes horribles palabras:



- Tienes fuego, hijo mío.



Mi corazón palpitaba fuertemente aunque parecía que fuera el único que lo notase y entonces oí esto:


- Papa, yo no tengo fuego, pero en esa mesa hay un señor que si tiene, seguro que te lo dejan.


-


Me tranquilicé aunque aún estaba nervioso. El viejo caminaba lentamente y yo estaba entre sus dedos. Llegó a la mesa indicada por su hijo e hizo su pregunta:


- ¿Tiene fuego, señor?


El hombre se dispuso a contestar y su respuesta fue tajante:


- Si, ahora saco el mechero.



La espera duró muy poco, pues le dieron el mechero enseguida . Con los dedos viejos y llenos de arrugas hizo girar rápidamente la rueda de metal del mechero haciendo salir la llama. Cuando estaba a punto de tocarme, pasó lo inesperado.



Una mujer vieja llegó y le arrebató de las manos el puro, es decir, a mi, y le dijo muy enfadada::


- Cariño, no puedes fumar, te lo he dicho mil veces.


-


Me guardó en el bolso y aquí estoy aburrido como una ostra.






RUBEN COMPANYS LARROYA – 1º ESO











El bosque



Las noches eran de horror y el bosque del pueblo, el escenario de crímenes. Muchas personas han caído muertas allí. Todas las mañanas, la policía iba a buscar rastros de cuerpos muertos. Las mañanas también eran muy peligrosas, aunque no tanto como la noche. Siempre había valientes que se adentraban, porque no creían lo que oían, y otros que escapaban de algo y caían tendidos muertos.



Esta era la historia que le contaba a María de las Angustias su madre. Allí, en el bosque que tenían al lado ocurrían tragedias inesperadas. En la cara de la niña, las lágrimas de terror recorrían sus mejillas. Más tarde, un temblor recorría el cuerpo de María de las Angustias. Esa noche fue muy larga para ella. No durmió apenas. En el colegio contó esa historia aterrorizada y los niños se reían de ella. Decidió adentrarse una noche para enseñar a sus amigos que lo que ella decía era cierto y entonces sus amigos le dijeron:


- No vayas, María de las Angustias, que te matarán, le decían mientras se echaban a reír.


- No os riáis, os traeré pruebas y os tragareis vuestras palabras, respondía ella, muy enfadada.



María de las Angustias pensaba si sobreviviría o no; pensó que hacer callar a toda su clase le subiría la reputación y decidió totalmente ir esa noche al bosque. Apenas comió ya que tenía la tripa revuelta y tenía mucho miedo, y estuvo a punto de desmayarse, pero se acordó de la popularidad.



Esa noche había tormenta con rayos, truenos, lluvia y piedra. María de las Angustias se abrigó muy bien y salió a la calle a escondidas de su madre. Corrió y se refugió debajo de un árbol que correspondía al primer árbol del bosque. La tormenta continuó cada vez más fuerte y la niña no podía esperar más, así que se puso la capucha y se adentró en el bosque. Notó que alguien le seguía y adelantó el paso rápido. Cada vez notaba que se acercaba más y echó a correr. De repente las farolas se apagaron y todo quedó oscuro, muy oscuro. La niña lloraba, sabía que moriría, porque por las noches que no dormía, a esas horas las farolas estaban encendidas. La niña retrocedía, poco a poco, y con una rama se resbaló y cayó al suelo. La luz se abrió y automáticamente un lobo hambriento sin que a María de las Angustias le diera tiempo a reaccionar se le abalanzó con brusquedad.



A la mañana siguiente, como cada día, la policía fue a buscar cuerpos, pero se encontraron una gran sorpresa, muy grande. En el escenario habitual del crimen había sangre, sangre humana y sangre animal. ¿Qué pasó con la niña?,¿Sobrevivió?¿A que venía esa sangre de lobo?¿y porque se encendieron y se apagaron las farolas?




RUBEN COMPANYS LARROYA – 1º ESO