XIV.
Mi máquina estaba acabada. Por fin, sólo quedaba algún detalle y estaría finalizada. Me había llevado mucho tiempo construirla, años diría yo. Mucha gente me veía capaz de hacerlo, pero yo no me los creía. Me gustaba inventar instrumentos extraños, pero que no tenían utilidad. Ahora que tenía enfrente lo que acababa de inventar pensé en todas las personas que me habían visto capaz. Enfrente de mí tenía una máquina muy grande, una máquina del tiempo, capaz de poder llevarnos al pasado o al futuro, un futuro del que no se sabe nada, solamente alguna idea muy alejada de la realidad.
Esto lo digo por experiencia propia. Fui yo misma la que probé la máquina. Me preparé una mochila con un poco de comida y entré dentro de ella, de la máquina. Era parecida a una cabina telefónica, pero la puerta se abría había arriba presionando un botón. En su interior había un montón de botones y palancas que sólo yo podía entender. Presioné el botón del futuro y luego marqué el año al que quería ir: 2120. Cogí el mando para que después pudiera volver a casa. Segundos más tarde, la máquina comenzó a emitir ruidos que yo conocía muy bien. Me sentía bastante extraña, pero muy contenta al mismo tiempo, al ver que mi máquina funcionaba perfectamente. Entonces, todo se volvió oscuro.
Cuando me desperté, estaba encima de un banco, un banco un tanto extraño. Me fijé en que los coches circulaban por encima de mi cabeza, las casas flotaban y los edificios tenían formas extrañas. Toda la gente vestía diferente y me di cuenta que allí yo resaltaba, tenía que cambiarme de ropa. Así que le pregunté a un hombre que pasaba por allí dónde estaban las tiendas de ropa, él se me miró extrañado, pero me señaló lo que parecía una calle y me dirigí hacia ella. Allí había de todo: heladerías, bares, tiendas de ropa…etc. Entré en una de las tiendas y me compré un vestido parecido al que llevaba la mayoría de la gente. Cuando salí, paseé por la calle que parecía que no terminara nunca. Fue entonces cuando me percaté de que no había ninguna librería, ni ningún kiosco. Un anciano, que pareció darse cuenta de mi desconcierto, se acercó y me preguntó:
-¿Qué te pasa, hija?
-¡Uy!- di un respingo al oír su voz a mi lado- Estaba pensando… ¿sabe dónde están las librerías en esta ciudad?
-¿Librerías? ¿Qué es eso?
- ¿Me está diciendo que no sabe que es una librería? Es una tienda donde se venden libros.
-Libros… hace muchísimos años que no veo uno de ellos. Si quieres y tienes tiempo, puedo contarte la historia.
Me senté en un banco y fue allí donde el anciano me contó la historia.
-Hará unos 75 años, la ley prohibió los libros en todo el planeta. Pensaban que ya no eran necesarios. Las tecnologías habían avanzado muchísimo, más que los libros. Se pensaban que lo único que hacían era destruir árboles, por eso conservamos muy pocos de ellos. Así que mandaron quemar la mayoría de los libros, pero, como también contaminaba, los guardaron en enormes cajas debajo del mar. Ahora la gente no consulta libros, sino el ordenador.
-Muchas gracias, señor. Adiós.
-Adiós, muchacha.
Me aparté un poco de la gente y me fui a casa presionando el botón del mando. Me quedé pensando, yo no podía hacer nada para evitar que los libros se extinguieran como los dinosaurios. Para gente acostumbrada a los libros, vivir sin ellos sería terrible. Sólo podríamos utilizar la tecnología. Así será: dentro de unos años el mundo no tendrá libros.
Sonia Peralta, 2º E.S.O.