XVIII.
Karin era una estudiante de Bellas Artes de 20 años de edad. Vivía en un pequeño apartamento con su mejor amiga, Aura. Karin sólo tenía tres formas de pasar el tiempo: pintar, charlar con Aura y leer. La última era la que más utilizaba. Leía libros de todo tipo: fantasía, misterio, románticos…
Un día, al llegar a casa por la tarde, Karin se sintió muy cansada, así que decidió irse a la cama sin cenar ni leer su libro de por las noches. Se acostó y, segundos después, ya estaba dormida. Al día siguiente, al despertarse, notó que tenía muchas ganas de leer. Bajó las escaleras y se dirigió hacia la cocina. Desayunó muy poco pues, a pesar de no haber cenado, no tenía hambre. Como Aura no estaba, Karin fue a la biblioteca de casa. No pasaba allí mucho tiempo, ya que era bastante pequeña y no tenía espacio suficiente para leer cómoda, pero en ella estaban todos los libros que tenían. Al llegar al final del pasillo, Karin se sorprendió al ver que no había ninguna puerta allí. Se frotó los ojos para asegurarse de que no seguía dormida y palpó la pared, en busca del pomo. Entonces escuchó cómo la puerta de la calle se abría. Corrió hacia allí y cogió a Aura por los hombros. La sacudió bruscamente mientras le preguntaba dónde había ido a parar la biblioteca. Aura, mareada, la miró extrañada y le dijo que no sabía de qué hablaba.
-¡La sala del final del pasillo!-gritó Karin histérica.
-Al final del pasillo nunca ha habido nada, Karin.
-Pero, ¿y los libros?- Preguntó Karin, a punto de volverse loca.
Aura se encogió de hombros, preocupada por su amiga. Estaba convencida de que a Karin le pasaba algo. ¿Qué era la biblioteca? ¿Y los libros? Aura no entendía nada. Karin, hecha un manojo de nervios, subió a las habitaciones y registró hasta el último rincón de la casa en busca de algún libro. Ni rastro. Al fin se rindió. Cogió todo el dinero que tenía y salió a la calle, seguida de la preocupada mirada de Aura. Fue a la librería más cercana: se había convertido en un supermercado; fue a otra: ahora era un bar. Y así con todas. Después de dar vueltas por toda la ciudad, acabó perdiéndose. Entonces la vio. Una tienda vieja, medio derruida. A través de una ventana rota, Karin pudo ver la tapa de un libro. Sus hojas estaban desperdigadas por el suelo. Karin pudo leer el título: Un mundo sin libros. Entró en la tienda. Como era de esperar, no había nadie. Oyó entonces una voz en su cabeza que la llamaba. Una luz la envolvió. Karin abrió los ojos. Estaba en su cama con un libro entre las manos, abierto casi por el final: Un mundo sin libros.
Ángela Castán, 2º E.S.O.